Viendo
los últimos acontecimientos que se están sucediendo con el caso de los niños de
Córdoba (Ruth y José), me viene a la memoria un comentario que hace algún
tiempo me hizo un viejo amigo y que se refería a la suerte que hay que tener
con la familia que te toca.
Y es
muy cierto, porque estos niños no han tenido nada de suerte con la familia (y
en este caso con el padre biológico, por llamarlo de alguna manera) que les ha
tocado.
Y es
muy cierto, además, que es una cuestión de suerte o de mala suerte, dado que
cuando venimos al mundo, no tenemos la oportunidad de elegir a nuestros padres,
sino que es cuestión del azar (o quizá no lo sea, pero es algo que está por
encima de lo que los humanos podemos entender).
De
esa mala o buena suerte, depende nuestra vida en los primeros años, en la que
nos encontramos a merced de lo que nuestros padres hagan con nosotros, dado que
no tenemos ninguna capacidad de hacer y menos conocimiento para ello.
Posteriormente
y a la vez, de ellos también depende la educación y los valores que nos
arraiguen y que van a marcar el devenir de nuestras vidas para lo bueno y para
lo malo.
Para
que luego nos quejemos de lo afortunados que algunos hemos sido, con las
familias y los padres que nos han tocado.
Por eso el mejor legado que les podemos dejar a nuestros hijos, es que ellos también se sientan afortunados con los padres que les han tocado.
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