Una historia interesante ...
En cierta ocasión un alto ejecutivo de una empresa multinacional alemana dedicada a la fabricación de salchichas, visitó una de sus más importantes fábricas en nuestra geografía de su filial Española. El fin no era otro que conocer de primera mano como se había integrado esta organización alemana en la idiosincrasia española.
Una de las normas que caracterizaba este proceso productivo, como otros muchos en los que existen una posible contaminación de los alimentos que se fabrican o procesan, era la prohibición de cualquier objeto personal, como anillos, pulseras, collares, relojes, ..., durante el horario laboral, y en el tiempo que se estaba en la fábrica, para evitar precisamente una fuente de contaminación exterior.
Una vez este ejecutivo había llegado a las inmediaciones de la entrada de la fábrica y recibido con todo tipo de honores civiles y militares, como si se tratara de la mismísima llegada de "Mr Marsall", procedió a la tan esperada por él inspección de lo que allí dentro ocurría.
La sorpresa fue mayúscula, al inspeccionar una tras otra de las zonas de la fabrica y comprobar el rigor con el que cada empleado ejecutaba su trabajo y sobre todo en lo referente a la no utilización por absolutamente nadie de objeto personal alguno.
Extasiado de tanta perfección, y con la necesidad de encontrar alguna deficiencia que poder reflejar en su informe, pregunto a uno de los acompañantes durante toda la visita, dado que como ningún trabajador obviamente llevaba reloj y como no había visto en todo su recorrido, ningún reloj:
- ¿a que hora se sale a comer?
la respuesta inmediata:
- a la una de la tarde, señor
y la contra pregunta obvia e inmediata:
- ¿Y dado que no hay relojes, como saben los empleados a que hora es la una de la tarde?
Parecía que se trababa de un concurso a quien respondía mas rápido y a quien era capaz de encadenar pregunta a una respuesta, para que no tuviera contestación.
- Pues, señor, espeto el acompañante, en lo alto de ese silo que ve a la derecha, hemos colocado a un vigilante con una sirena, para que a la una de la tarde de la señal de aviso para que todos los trabajadores sepan que es la hora de comer.
El ejecutivo germano, a petición de este, y su acompañante se dirigieron a lo alto del silo a interrogar al vigilante. Una vez en lo alto, la pregunta del ejecutivo, siguió siendo obvia:
- Dado que usted tampoco puede llevar reloj, ¿Como sabe a que hora es la una para hacer sonar la sirena?
Rápidamente el vigilante respondió:
- Ve aquella farmacia a lo lejos, pues en su fachada hay un reloj que veo desde aquí, y en el momento que marca la una de la tarde, pues yo hago sonar la sirena.
Indignado por tanta perfección (alemana), el ejecutivo como ultimo recurso, le pidió a su acompañante, ir a visitar la farmacia, para comprobar una última cosa.
Entro por la puerta, encontró a un dependiente, se presentó y le asestó:
- ¿Podría indicarme con que regularidad ponen en hora el reloj que tienen ustedes en la fachada?
A lo que el dependiente, le respondió:
- No hace falta, va exacto por la sirena de la una.
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